08 agosto 2010

Rock & Blood Capitulo XXVI: ¿Iamgenes Olvidadas?


Luego de una mañana de recuerdos y lágrimas ya era hora de levantarme y de tomar algo para desayunar. Isa estaba en la concina preparando algo mientras que yo apestaba el lugar con lágrimas, mocos y mi olor.

-¿Que sucedió?- Me pregunta Isa, mientras yo secaba mis lágrimas y me limpiaba la nariz

-Nada, es solo que he recordado algo que me ha entristecido mucho.-

-¿Extrañas a tu novia?-

-Sí, algo, creo, no sé realmente.- En ese momento le conté sobre Antonia y las demás chicas que me han hecho sufrir. Al final de aquella conversación mis ojos estaban secos y yo me encontraba desplomado en los brazos de Isabel, fue en ese instante donde me dijo "Te prometo que no te hare sufrir" mientras me besaba la frente y me abrazaba.

Al final de aquella melancólica mañana Isa me dijo que me tenía una sorpresa nos encontraríamos en el terminal de Auto Buses a eso de las 3 de la tarde, ya que, ahora tenía que hacer unas compras y yo por mi parte quería correrme una paja en el baño, aprovechando lo solitario que estaba el departamento a esas horas.

Luego de una paja, una ducha, 2 cigarrillos y una cerveza me dieron las 3 y estaba solo en el terminal pero no por mucho ya que al minuto después Isa llego y me conto de que trataba todo esto.

Me dijo que íbamos a viajar una sorpresa para subirme el ánimo, ella vestía una polera roja de los Sex Pistols y unos jeans cortados que usaba como short los cuales no dejaban mucho a imaginación y con unas gafas negras, las cuales le daban un aire muy especial.

El viaje parecía muy largo y agotador, Isa dormía recargada en mi hombro, mientras que yo me embriagaba con el paisaje que divisaba en la ventana el cual era acompañado de una hermosa melodía llamada "I Still Remember" de Bloc Party, la cual evidentemente me hacia recordar a Ignacia y un poco de Chile.

Mientras Andrés e Isabel viajaban con rumbo a un lugar casi inesperado en el Estado de Washington, Ignacia comenzaba a tener una vida normal en la ciudad de Concepción.

Hoy tendríamos otro mes que celebrar, sino fuera por tu patética cobardía.

-Amiga calma, déjalo no quiero verte así nuevamente.- le decía Martina a Ignacia mientras la abrazaba

Ignacia luego de la cobarde y patética huida de Andrés estuvo en la Clínica un mes y medio, cuando la dieron el alta se quedo en la casa de su amiga Martina, bueno aun vive ahí, aunque el departamento de su padre sigue estando vigente, debido a que lo usa cuando tiene que estudiar o cuando quiere embriagarse de recuerdos de Andrés y cosas que aun el tiempo no puede borrar de su corazón.

-Nacha, vamos tienes que salir de aquí, no me gusta cuando vuelves a este lugar.- Le decía Martina a Ignacia mientras estaban en el departamento.

-Déjame, por favor necesito estar sola un momento.- Respondió Ignacia con amargura y rabia.

Ignacia, yacía en el piso del departamento escuchando una y otra vez, la ultima canción que había escuchado junto a Andrés. Esta noche Ignacia la pasaría en ese departamento, recordando fotos y mirando recuerdos, analizando canciones y escuchando conversaciones; todo esto con la imagen de Andrés en sus ojos pero con su cuerpo en la memoria.

Por el momento Ignacia se encontraba deseando volver a Andrés al igual que este anhelaba el día en que pudiera reencontrarse con su amada Princesa de La Oscuridad, pero ahora no se daría ese preciado reencuentro.

Andrés se encontraba camino a una sorpresa de parte de Isabel y también estaba a punto de encontrar algo que nunca espero encontrarse en la autodestructiva tierra del Tío Sam.

-¿Isabel?, despierta, vamos despierta.- le susurraba Andrés.

-¿Si, que pasa?... Es aquí, vamos bajemos.- Dijo Isabel distraída.

Habiamos llegado a las afueras de Seattle, aun no lo asimilaba me encontraba en mi tierra de nunca jamás, donde el espíritu de Cobain inundaba mis venas de música, arte y el vacio recuerdo de una chica. Mi cuerpo era estático y no podía creerlo, Isabel me comentaba que sabía que quería venir a este lugar y como me vio tan triste el otro día por lo de Antonia sabía que era el momento para hacerme sentir feliz, ella me había echo sentir feliz.

-Por ahora es tarde así que en este Hotel podremos dormir por esta noche, para mañana partir a la tan anhelada casa de Kurt.- Anuncio Isabel mientras sonreía inocentemente.

Aquella noche en la habitación me encontraba avergonzado y tonto al momento de empacar Isabel no me había dicho nada de que nos quedaríamos una noche y yo simplemente me encontraba con shorts y nada de ropa interior así como para usarla para dormir.

-No te preocupes yo también olvide empacar algo de ropa así que si no te molesta dormiré desnuda, si quieres tu también puedes hacerlo, no tengo problemas.-

Isabel se quito la ropa frente a mí, era hermosa no se era algo raro, en ese momento también me quite mi ropa para así no sentirme tan Loser, ya desnudos nos sentamos en el balcón y nos pusimos a fumar un cigarrillo mientras ella me contaba una que otra historia sobre su desastrosa vida amorosa.

Al terminar de contarme sobre su ultimo novio ella me abrazo y nos quedamos así por varios minutos, cuando decidimos irnos a dormir puede ver con tranquilidad su cuerpo, era blanco, pero no pálido, su pelo cubría delicadamente sus senos, pero no podía cubrir un pezón que se asomaba tranquilamente. En ese momento ella me miro y simplemente me dijo "¿Hagámoslo?".

Desde ese instante hasta el alba nuestros cuerpos se unieron; sus uñas se incrustaban en mi espalda y a la vez mis manos acariciaban su trasero, mi lengua jugueteaba entre sus senos y sus labios se quedaban junto a los míos. Esa noche no lo hacía con Isabel, sino que con Ignacia su imagen no se me borraba, pero cuando terminamos y me dijo "Un poco de Sexo siempre puede curar todo, Gracias", entonces desperté de aquel sueño en donde lo hacía con Ignacia y herramos uno nuevamente, para así embriagarme de la cruda realidad del tipo que solo tuvo sexo con alguien para que ese alguien se sintiera mejor sin nada de cariño de por medio. Era hora de irse tenia ansias de ir aquella casa y dejar mi uñeta en aquel banco y así cumplir la promesa que le hice un día a mí aun amada Ignacia

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